En el contexto del lean Manufacturing es muy conocida la disciplina del análisis de de la cadena de valor.
En definitiva, consiste en evaluar, para cada actividad del proceso, si aquello que hacemos aporta valor al producto o servicio final.
Básicamente, entendemos por valor, aquello por lo que realmente nuestro cliente está dispuesto a pagar dinero
Valor y despilfarro son dos palabras opuestas. Por lo tanto,
Lo que no aporta valor se considera despilfarro y hay que eliminarlo o, si no es posible, reducirlo en el proceso
Es relativamente frecuente confundir valor con despilfarro. esta confusión suele ser fruto de nuestras ideas preconcebidas y de no estar muy atento a las claves que nos dan nuestros clientes.
En nuestro trabajo diario es posible poner el foco en actividades que el cliente no valora ni está dispuesto a pagar, es decir que,
Podemos estar generando, inconscientemente, despilfarro por no escuchar al cliente
En mi caso, suelo extrapolar este concepto a mi trabajo personal, es decir, al valor que percibe mi cliente (mi jefe directo) de las tareas que realizo.
Tengo que reconocer que, en ocasiones, se convierte en casi una obsesión. Me suelo preguntar; esto que estoy haciendo…
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¿Aporta valor a mi cliente..?
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¿Contribuyen a conseguir los objetivos de la Empresa?
Si la respuesta es negativa, lo dejo e intento hacer otra cosa…, si la respuesta es Afirmativa, entonces me pregunto:
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¿Cómo la puedo optimizar?
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¿Qué puedo hacer para realizarla en menos tiempo, hacerla más automática..?
En resumen, podemos caer fácilmente en la tentación de pensar que donando a la Empresa ocho horas de nuestro tiempo nos ganamos el derecho de percibir un salario, sin analizar si las tareas que realizamos aportan o no valor para conseguir las metas que la Organización se plantea.